Los 10 mayores peligros para los adolescentes en las redes sociales (y cómo prevenirlos)

Nueve de cada diez adolescentes de entre 10 y 15 años tienen acceso a Internet y siete de cada diez cuentan con teléfono móvil. Están acostumbrados a lidiar con las nuevas tecnologías y está bien que lo hagan (forman parte del día a día de la vida adulta), pero debemos enseñarles a utilizarlas.

Internet tiene muchas bondades pero también sus puntos oscuros y los menores de edad no tienen las herramientas sociales y emocionales para afrontarlos. En el mundo real los padres están pendientes y advierten a sus hijos de peligros como el contacto con desconocidos, pero en Internet esos riesgos son menos visibles (aunque igual de peligrosos). Es fácil para ellos encontrarse, por ejemplo, con imágenes de alto contenido violento o sexual.

Las redes sociales nacieron para la interacción entre personas adultas, no para que las usaran menores, de ahí que sean un territorio hostil para los más pequeños. Las propias empresas que las gestionan intentan poner unos límites y la mayoría fija los 14 años (o los 13, con consentimiento paterno) como la edad mínima para crearse un perfil. Con todo, acceder a las RRSS es tan sencillo como mentir en la fecha de nacimiento.

Medidas para proteger a los más jóvenes

WhatsApp, Instagram, TikTok y, en menor medida, Twitter y Snapchat, son las redes más populares entre los jóvenes españoles (Facebook la consideran ‘para padres’). Algunas de ellas ya han tomado medidas para proteger a los usuarios menos talludos; por ejemplo, la plataforma basada en fotografías ha restringido los mensajes directos de adultos a adolescentes que no les sigan y ha hecho privadas por defecto las nuevas cuentas de menores, lo que supone que el titular deberá aceptar solicitudes de seguimiento.

Los riesgos para los menores son variados:

Adicción: Antes los adolescentes se encerraban en su habitación o permanecían callados durante horas; ahora sucede lo mismo pero suelen tener el móvil en la mano y algunos están varias horas al día en las redes sociales, incluso durante parte de la noche. Incluso pueden llegar a sufrir FOMO (‘Fear Of Missing Out’), el miedo a perderse algo importante que suceda en las redes sociales mientras no están consultándolas. Si el menor siente ansiedad o muestra mal humor cuando no está mirando el móvil, se duerme muy tarde por estar en las redes sociales y deja de cumplir con sus obligaciones familiares o escolares, puede estar desarrollando una adicción tecnológica.

Challenges: Los desafíos son habituales en Tik Tok y, aunque la mayoría son solo divertidos (como bailar un tema con una coreografía determinada), hay otros que pueden provocar lesiones o incluso la muerte. En marzo un niño estadounidense de 12 años murió por un reto que consistía en colocarse un objeto alrededor del cuello hasta desmayarse.

Ciberbullying: El acoso a través de las redes sociales es igual de peligroso que el que se produce en la vida real y suele proceder de compañeros de clase a través de mensajería, imágenes, vídeos o correos electrónicos. También acontece de forma anónima a través de insultos, humillaciones, la difusión de mentiras e incluso incitaciones al suicidio.

Ciberstalking: Está relacionado con el ciberacoso, pero la diferencia es que el ataque no suele producirse en grupo. Un acosador se obsesiona con la víctima y la persigue en todas las redes sociales en las que esté presente, a veces simplemente dando a ‘Me gusta’ para hacerle saber que está ahí. Pueden llegar a ser agresivos, difundir rumores e incluso buscar físicamente a su víctima, sin importar la edad que tenga. Una variante es cuando el acosador utiliza el correo de la víctima para suscribirle a distintos servicios, con lo que le llegan notificaciones sin saber por qué.

Fake News: Los menores tienen menos recursos que los adultos para detectar la desinformación y son más susceptibles de creer en los discursos de odio si los perfiles a los que siguen ofrecen una visión distorsionada de la realidad. Algunas redes sociales, como Twitter, son un caldo de cultivo en el que se exponen las opiniones más radicales de la manera más cruda, de forma que el menor puede llegar a tener una conciencia irreal sobre determinados temas o colectivos.

Grooming o ciberembaucamiento: El acoso sexual es una de las amenazas más peligrosas por la facilidad con la que llegan los depredadores sexuales a los niños. Crean con ellos la confianza suficiente para pedirles imágenes de contenido sexual, ya sea haciéndose pasar por otros adolescentes interesados en ellos o halagándoles. Desde 2015, el contacto con un o una menor de 16 años con fines sexuales está incluido como delito en el Código Penal.

El primer contacto suele llegar en forma de petición de amistad en una red social. El depredador tiene palabras amables para la víctima, se suele hacer pasar por alguien de su edad que la entiende, por lo que le cuenta algo que nadie más sabe. Un día le pide una foto algo sugerente y al siguiente una un poco más atrevida. El abuso puede llegar a la vida real.

La mejor forma de evitarlo es explicando a los chavales que nunca respondan a ningún mensaje de alguien que no conozcan sin que sus padres lo sepan, de la misma forma que se les dice que no hablen con desconocidos ni se vayan con nadie.

Privacidad: Una vez que se sube una información a Internet es muy difícil impedir que se difunda. En España es preciso contar con el permiso de quienes tengan la patria potestad o tutela de los menores de 14 años para tratar sus datos personales, lo que incluye imágenes y vídeos, pero a partir de esa edad el menor gestiona su privacidad (ni sus padres pueden publicar fotos de él o ella sin su consentimiento). Antes de que los menores empiecen a subir contenidos a las redes sociales hay que hablar con ellos sobre qué es mejor no publicar: que eviten todo aquello que permita localizarles en el mundo real (uniformes del colegio, exteriores cerca de casa, edificios reconocibles, dónde están de vacaciones…) y que desactiven la geolocalización en las imágenes que compartan por las redes.

Sexting: Consiste en enviar mensajes, fotografías o vídeos de carácter sexual a través de mensajería instantánea o redes sociales; una práctica bastante común hoy día. El principal problema es cuando quien recibe esa imagen la difunde posteriormente sin permiso de quien se la envió, un hecho que es delito. Según la asociación Thorn, fundada por los actores Demi Moore y Ashton Kutcher para luchar contra la explotación sexual infantil en Internet, el 40% de los adolescentes estadounidenses creen que es normal compartir desnudos con otros y 1 de cada 3 afirma que ha visto desnudos que no estaban destinados a que los viera nadie más que el destinatario inicial.

Sextorsión: Es el chantaje de toda la vida pero a través de Internet y las nuevas tecnologías. Si la víctima se niega, el atacante la presiona o amenaza con revelar lo que sabe de ella a su familia y conocidos. Dicha información puede haberla conseguido a través del sexting, del grooming o mediante el hackeo del ordenador o la cámara del móvil u ordenador. La víctima se ve atrapada y siente vergüenza por lo que puedan pensar sus padres y su entorno al ver fotos íntimas o saber que almacena pornografía en el ordenador e intenta manejar la situación por su cuenta. Intenta acabar con la situación cambiando contraseñas o cerrando los perfiles de las redes sociales, lo que le llega a causar un trauma psicológico cada vez mayor que puede llevarle al suicidio si no decide pedir ayuda (una de cada tres víctimas no cuenta nada a nadie). Thorn realizó en 2017 una investigación en la que concluyó que una de cada cuatro víctimas tenía 13 años o menos cuando la amenazaron y dos de cada tres eran niñas menores de 16 años.

Los expertos de Thorn recomiendan explicar a los hijos, antes de que comiencen a usar redes sociales, que pueden contar a sus padres o amigos incluso aquello que crean que no les van a perdonar jamás. En una investigación que llevó a cabo esta asociación se descubrió que el 54% de la sextorsión comenzó en redes sociales, aunque en el 45% de los casos se produjo en más de una plataforma como apps para ligar (9%), apps para llamadas de vídeo (23%), webs para compartir vídeos (6%), apps de mensajería y fotos (41%) o plataformas de juego (4%). La sextorsión se produce también offline pero en un 40% de los casos el delincuente contactó con la víctima online.

Suplantación de identidad: Es un peligro que amenaza sobre todo a los adultos, pero también los menores son posibles víctimas. En su caso se les suele convencer (mediante un concurso u ofreciéndoles algo que parece muy ventajoso) de que comuniquen sus contraseñas de una red social a un desconocido. Éste toma control del perfil y publica en su nombre imágenes y mensajes que pueden dañar su reputación online o incluso ser constitutivas de delito. También se aplica cuando una persona utiliza una foto del menor para crear un perfil falso.

Consejos para minimizar los riesgos

La asociación Empantallados ha elaborado unos consejos para que padres y madres no estén tan perdidos en el uso de las redes sociales:

Haz un balance de la relación del chico con las pantallas, ¿pasa demasiado tiempo conectado? Ofrécele planes alternativos para que se acostumbre a prescindir un tiempo de la tecnología.

Entiende que los hijos tienen amigos presenciales y virtuales. Para ellos tan importantes pueden ser los amigos de Internet como los del mundo real. No hay que menospreciar a ninguno de ellos pero sí enseñarles unas medidas básicas de prudencia.

Conoce a los influencers que les gustan. ¿Por qué les interesan? ¿Qué tienen de atractivo? ¿Qué imagen de sí mismos muestran en las fotos que publican en la red? ¿Qué redes sociales interesan a los menores? Se les puede pedir que nos enseñen cómo funcionan y así se puede discernir qué peligros potenciales existen.

Anímales a usar las redes con un propósito. Que muestren algún talento que se les dé bien mejor que posturear o ver solo el contenido de otros.

La empresa de ciberseguridad Karspersky recomienda además, para evitar peligros como la sextorsión, hablar con los hijos para que entiendan que todo lo que compartan por Internet es accesible a todo el mundo; explicarles las distintas estafas online, enseñarles a utilizar contraseñas seguras y pedirles que nos informen si reciben imágenes de terceros que hayan podido distribuirse sin consentimiento.

FUENTE: https://www.elcorreo.com/tecnologia/redes-sociales/mayores-peligros-adolescentes-20210805123452-nt.html

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